Darío Ramírez Segura
(1965. Actualmente vive en Bogotá)
Es artista, investigador y docente. Maestro en Bellas Artes con énfasis en pintura de la Universidad Nacional de Colombia y con especialización en Educación Artística, Cultura y Ciudadanía. Tiene un máster en Producción Artística de la Universidad Politécnica de Valencia, España y un magíster en Educación de Universidad Pedagógica Nacional de Colombia. Es doctor en Educación con Especialidad en Mediación Pedagógica de la Universidad De La Salle, Costa Rica. Su trabajo ha sido exhibido y premiado nacional e internacionalmente en diferentes plataformas como el X Salón regional de artistas Zona centro-oriente, Salón de Agosto, F.U.G.A y Programa Excelencia Académica estudiantil. Su área de investigación es la Producción simbólica y cultural.
«Sumercé es amor»
Sumercé es una palabra usada en nuestro territorio cundiboyacense. Este pronombre pronunciado como sumerced y usado desde la época colonial para respetar al otro, tenía una clara utilización de sumisión y veneración por los otros (aspecto que en nuestra contemporaneidad escasamente se tiene en cuenta). Venerar al otro, adorarlo, rendirle culto, respetar su dignidad, su trabajo y laboriosidad en un mundo diseñado por tecnócratas y por sistemas discursivos, racionales de economía inconsciente y lineal, percibe al otro y a los otros como sujetos para competir, rivalizar, descartar, excluir y marginar, y no todo lo contrario, es decir, ser con el otro solidario, amigo, compañero, amoroso, tierno y respetuoso. Ese otro, es la persona que vive en la ciudad o en la zona rural. Ese otro es un texto, es esa región centrada o descentrada de los discursos y prácticas validadas desde pensamientos coloniales, modernos y de poder, ese otro es el modo de percibir el territorio y su cuerpo a través de pensamientos arraigados por la tradición y por esa cultura de ayuda mutua, integración e interdependencia, como sucede en las prácticas cotidianas de nuestros habitantes del campo, la agricultura y las regiones. ¿Quién no ha observado esas manos cuarteadas, quemadas y llenas de tierra de nuestros campesinos? ¿Quién no ha escuchado su lenguaje, tonalidad y naturalidad de sus palabras? ¿Quién no ha percibido la felicidad en sus gestos y ese arraigo por su tierra, por sus costumbres y por esos otros/otras que los acompañan, como seres simbióticos? Yo me arriesgo, yo valoro, yo señalaré: “Sumercé es amor”.